Los trece años que transcurren entre 1923 y 1936 vieron cómo se producían grandes cambios en la educación primaria española y, lógicamente, en las escuelas de Cantabria.
El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera implantó un régimen militar entre 1923 y 1930. Tras la salida del dictador de España y el intento de regreso al régimen constitucional de 1876, el monarca Alfonso XIII abdicó en abril de 1931, dando paso a la proclamación de la Segunda República, el primer régimen democrático de España.
Dos regímenes políticos tan distintos iban a converger en, al menos, dos aspectos referentes a la educación, la expansión de la escuela pública y la difusión de nuevos métodos pedagógicos.
En ambos periodos la implicación del Estado en la creación de escuelas fue mucho mayor que en periodos anteriores, poniendo fin a la política de subsidiariedad de la Restauración. Entre 1923 y 1936 se crearon más de 500 unidades en escuelas públicas, pasando de 613 a 1.130 el total de unidades de enseñanza primaria en la enseñanza pública de la provincia, a las que habría que añadir más de 200 unidades en la enseñanza primaria privada.
El esfuerzo se aprecia mejor si indicamos que entre 1908 y 1923 se crearon en la enseñanza primaria pública de la provincia 8 unidades anuales, frente a las 27 creadas anualmente durante la Dictadura y las 62 anuales del periodo republicano.
También mejoraron las infraestructuras escolares, con la construcción de 14 edificios para grandes grupos escolares y 185 para escuelas unitarias o mixtas.
Grupo escolar de Los Corrales de Buelna
En cuanto a la difusión de nuevos métodos pedagógicos, los años veinte y treinta supusieron la llegada a raudales de las ideas pedagógicas de la Escuela Nueva. El cambio en el ambiente escolar, con una relación menos distante entre maestros y alumnado, el uso de metodologías activas, la expansión de la graduación y el fracasado intento de implantar la coeducación fueron algunas de las reformas pedagógicas que se iniciaron con fuerza durante la dictadura primorriverista y alcanzaron gran difusión durante el periodo republicano.
Clases al aire libre en Revilla de Camargo
Las divergencias entre ambos regímenes, tan radicalmente distintos, fueron muchas. La principal de todas hacía referencia al principio sobre el que se sustentaba el propio sistema educativo. La Dictadura se basaba en el modelo liberal creado en el siglo XIX y plasmado en la Ley de Instrucción Pública de 1857, muy reformada con los años, a la que se añadía un regeneracionismo con claras influencias de Joaquín Costa y otros autores, en consecuencia mantenía el segregacionismo educativo entre las clases sociales, con una enseñanza primaria para las clases populares y un bachillerato elitista. La Segunda República, por su parte, basaba la reforma total del sistema educativo español en la aplicación del principio de igualdad y el intento de implantar la escuela unificada que aminoraba aquellas diferencias sociales en la educación básica.
Este fue el primer aspecto de divergencia entre ambos regímenes políticos y las diferentes concepciones, más conservadoras unas, más progresistas otras, durante la Segunda República.
Una buena expresión de tal diferencia podemos apreciarlo en el siguiente texto extraído del folleto La escuela única, editado en Madrid por la conservadora Federación de Amigos de la Enseñanza (FAE) en 1930: “lo mejor es que los labradores se ocupen de sus tierras y los artesanos de sus artes (…) es sencillamente absurdo que se quiera meter en el mismo molde a seres humanos que han sido “empezados” de diferente modo, que son esencialmente distintos, están distintamente dotados y están destinados a carreras distintas”.
Aunque nada se avanzó en la implantación de la escuela unificada, la ampliación del derecho a la educación supuso, además de la expansión de la escuela primaria, la creación en Cantabria de cuatro nuevos institutos (Torrelavega, Santander, Santoña y Reinosa) y el incremento de la partida de becas en los presupuestos del Estado.
Grupo Ramón Pelayo de Santander. Mobiliario para trabajo colaborativo
Internado de Torrelavega
La segunda gran divergencia entre Dictadura y Segunda República hace referencia al papel de la Iglesia Católica en el Estado y en la sociedad y, más concretamente, al papel de las órdenes y congregaciones religiosas en la educación.
En los primeros momentos de la Segunda República hemos de entender toda la política laicista como una lucha por la igualdad de los españoles, quitando los privilegios que tenían los españoles católicos. Privilegios referentes a la catolicidad del Estado, al sistema de financiación, al control de la libertad de cultos, de la educación, el matrimonio, cementerios o al calendario (civil y escolar), etc. Posteriormente se unió el temor a la actuación de la Iglesia contra el régimen republicano.
Primero se decretó la libertad de aprendizaje y enseñanza de la religión, luego, en 1932, se suprimió la asignatura de religión del horario escolar y, finalmente, en 1933 se aprobó la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, que prohibía la enseñanza a las órdenes religiosas.
Paralizada su aplicación durante el bienio radical-cedista (1934-1935), los gobiernos del Frente Popular volvieron a poner en marcha la clausura de colegios de las congregaciones religiosas.
En Cantabria se cerraron en la primavera de 1936 un buen número de colegios en aquellas localidades donde era posible escolarizar al alumnado en las escuelas públicas. Los colegios congregacionistas de Reinosa, Ampuero, Comillas, Santoña, Guriezo, Suances, Terán, Liérganes, Ceceñas, Villaescusa, San Felices de Buelna, Hoznayo, San Vicente de la Barquera, Laredo, Cabezón y alguno más fueron clausurados, no sin algunos altercados graves por la oposición conservadora en dichas localidades.
Clausura de un colegio congregacionista y censura de la noticia
Durante esos trece años, se planteó el tradicional conflicto en el sistema educativo español desde principios del siglo XX, la injusticia del sistema educativo para una parte de la infancia del país, esto es el derecho a la educación y el papel de la Iglesia y de las órdenes religiosas en la educación, y su encaje en la libertad de enseñanza.